"Dentro de las experiencias que más
recuerdo es la ocasión en la cual conté cuentos por primera vez. Fue para niños
de sexto básico en la Biblioteca Santiago Benadava Cattan, de Rancagua, establecimiento
que atiende a personas y servicios (escuelas, jardines y policlínicos) del
sector oriente de la ciudad, caracterizados por ser socialmente vulnerable.
En tanto los alumnos se acomodaban en sus asientos una de
las profesoras que los acompañaban me indicó al niño más alto del grupo,
catalogado como problemático. Ofreció sacarlo de la sala si provocaba desorden.
Lo miré, tenía alrededor de catorce años, estaba sentado en primera fila, de
brazos extendidos que rodeaban a sus compañeros sentados a derecha e izquierda.
Sonreí y dije “no, déjelo ahí, se va a entretener”.
Rápidamente, y mientras narraba el cuento “Chorlitos en la
cabeza” de Saúl Schkolnik, pensaba en una fórmula para calmar a este y otros
revoltosos que ya empezaban a ponerse inquietos. Resolví involucrar a los niños
en una actividad que llamé “Cuentos Interactivos” en donde invitaría a los
espectadores a actuar como personajes de una segunda historia: La Tortillita
Rodadora.
Terminado el cuento de Schkolnik, expliqué lo que iba a
hacer y pedí voluntarios. El primero en levantar la mano fue…el niño problema,
quien quiso ser el protagonista, la tortillita. Las profesoras se miraron
nerviosas, los compañeros aplaudieron. Se sumaron otros niños para interpretar
al perro, la gallina, el zorro.
La actuación del niño fue fantástica, hasta rodó por el
piso cada vez que decía “y rodó y rodó la tortillita”. Sacó aplausos.
Esta actividad, que se denominó “La Hora del Cuento” se
prolongó durante diez meses. En un principio narraba historias, luego incorporé
de manera intuitiva la creación de cuentos, mini kamishibai o títeres con cajas
de fósforos recicladas. La visita de los estudiantes terminaba con un tour por
la biblioteca, su inscripción como socios y la posibilidad de llevar libros a
la casa.
No sólo recibimos cursos provenientes de colegios del
sector, sino que también visitamos jardines infantiles y salas cunas del
sistema público llevando cuenta cuentos y títeres.
Un caso especial fue la permanencia
del Colegio de Lenguaje Choin Rayén que, cuando se enteró de este programa,
ocupó el furgón con el que contaban para trasladar a sus alumnos de un extremo
a otro de la ciudad, una vez a la semana por más de un año. Debido a una
restricción del servicio de transporte por falta de presupuesto cesaron sus
visitas, de lo contrario y como me comentó hace poco la coordinadora del
establecimiento, hasta el día de hoy continuarían llevando a sus alumnos a la
biblioteca."
Escrito en diciembre del 2014 para mi tesis de Diplomado en Literatura Infantil-Juvenil, Edición y Teoría de la USACH. Antes este post sólo contenía fotos. Uno de mis mejores recuerdos com cuenta cuentos.
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